domingo, 19 de julio de 2009

LA SILUETA DEL TIEMPO

Él caminaba, la luz se iba apagando momentáneamente, el Sol comenzaba a ir perdiendo fuerzas después de un día de largo y duro trabajo, poco a poco el centelleante resplandor inicio su huida, comenzó a desvanecerse paso a paso cediéndole el turno al gran medallón que sujetaban los cielos, una luna inalcanzable más bella que nunca, apareció entre una cama de algodones y custodiándola, se observaban los inapreciables pero infinitos puntos que parecían haberse desprendido de ella, un inmenso bordado de estrellas interminables que había sido tejido hace mucho tiempo por la mejor de las costureras. Con todos los puntos se podía jugar a unirlos y formar figuras jamás imaginadas y otras que rondaban en todo momento por la mente, él siempre configuraba la misma silueta, aquella que más tarde podría ver, con dieciséis puntos, unas cejas y ojos que siempre recordaba, que permanecieron siempre en los suyos, con otro puñado de estrellas podía imaginar esa hermosa piedra que era el balcón del castillo, desde donde se apreciaban los mejores paisajes, que tantos recuerdos le habían traído, muy cerca de estas recreó los labios de una flor, una rosa que custodiaban las perlas que se quedaban inmóviles pese al movimiento de las olas celestiales, una catarata de estrellas formaban las enredaderas que subían hasta la cima más alta, lianas que subían desde el suelo al firmamento como en aquel cuento de las habichuelas mágicas, con el resto de almas atrapadas allí en la lejanía culminó su imaginada pero real figura que había anidado en sus pensamientos, un cuerpo que se aferraba a todo lo anterior que había creado a imagen y semejanza.
Cuando se detuvo por un instante apreció que el tiempo se aceleró, había estado tanto tiempo entretenido en su unión de estrellas que olvidó que las agujas del reloj también caminaban a la par de él, se hacía tarde, aunque ya se encontraba muy cerca de su esperada meta, a veces se preguntaba si esa meta no tenía fin o si era el propio fin el que no tenía meta. Ahora andaba observando otro mundo, aquel que pisaba, aquel que se encontraba por debajo de sus pies, conquistando una parcela por cada paso, dejando esa conquista para ofrecérsela a otro caminante, y lo hacía fijándose en todo cuanto iba apareciendo, bolsas, cigarrillos, basura en general y cualquier pequeño animalito que al igual que él y el tiempo seguían su propio camino a cualquier lugar, porque su refugio se encontraba muy lejos de allí, él podía a diferencia de estos seres sentirse privilegiado porque uno de sus refugios estaba cada vez más cerca, ya se olía la tranquilidad que andaba buscando. Alzó la vista y se encontró con una enorme pared que deseaba alcanzar los cielos con sus manos, y un cielo que deseaba acariciar la pared hasta llegar al balcón en el que él tenía sus pupilas clavadas, había llegado a su meta pero todavía no encontró su fin, con ella comenzaba otra salida. Ahora después de una breve espera su cabeza seguía mirando hacia el balcón que el firmamento quería acariciar con sus manos, y ahí estaba esa figura que tiempo atrás había creado en el cielo, esa imaginación configurada a partir de las estrellas estaba delante a unos metros sobre su cabeza, un saludo, unas sonrisas y el objeto esperado rayaba el espacio y frenaba el tiempo, unas llaves, sus llaves, se precipitaban al vacío, pero en esos instantes en los cuales caían hasta su mano, no eran solo ellas las que volaban, también lo hacían en esos instantes ciertos recuerdos pasados que subrayaban lo que más tarde sería su refugio, su tranquilidad, el espacio en el que podía desarrollar su confianza en total plenitud, de igual modo que caían las llaves, al mismo tiempo que los recuerdos pasados planeaban gracias al viento, las posibilidades futuras rondaban su cabeza, aquello que pasaría una vez abriese la puerta, todo hipótesis, todo especulaciones, pero reales al fin y al cabo aunque solo fuera en sus reflexiones. En esta caída, en las llaves se producía un cambio, una transformación de materia y de forma, de ser un objeto para abrir otro objeto, se convirtieron en unos recuerdos, en un saludo, en unas palabras, en unos besos más soñados que realizados, en unas caricias dormidas, en unas miradas con mensajes que a veces lo ocultan todo y a la vez nada, en unas flechas de cupido que volaban sin rumbo, en un poema que nunca salió a la luz, en la libertad de un pájaro con su hermoso canto, en un abrazo amigo, en el Sol, en la Luna, en un sueño inalcanzable, y en ese preciso momento, ese sueño inalcanzable tocó su mano y fue agarrado con firmeza, al igual que los recuerdos, saludos, palabras, los besos, las caricias que despertaban, las miradas, las flechas que ya sabían hacia donde se dirigían, la libertad, los abrazos, el Sol, la Luna y de nuevo miró sus manos, ahí volvían a adquirir materia y forma las llaves que habían sido precipitadas al vacío, tan solo quedaba abrir la puerta que lo transportaría a su refugio, se acercó hacia ella, la abrió y mientras colocaba un pie sobre el primer escalón y proseguía el camino que había emprendido pensó que cuando sería la última vez, cuando dejarían de precipitarse las llaves hasta sus manos. Llegó a la otra puerta, ese objeto que la abría se enredaba entre los dedos, presionó el timbre y en ese momento comprendió al abrirse que aunque esas llaves ya no volvieran a planear hasta sus manos, siempre permanecerían los recuerdos, los saludos, las palabras, los besos soñados o reales, las caricias despiertas o dormidas, las flechas de cupido que se dirigirían hacia donde ellas quisiesen, la libertad, todos los abrazos amigos, el Sol, la Luna, todos esos poemas que nunca salieron a la luz y los sueños que descansarían sobre una multitud de acciones posibles, pero lo que jamás desaparecería sería esa silueta que con su imaginación había creado, la unión configurada a partir de infinitas estrellas perduraría de por vida, ese bordado en el bordado siempre permanecería ahí en lo más alto del cielo para que los recuerdos, su recuerdo, en ningún momento fuese borrado. Desde ese día él observaba todas las noches el firmamento y buscaba la silueta, su silueta, para subir por las enredaderas hacia el punto más alto y de esta manera acariciar sus propios pensamientos.
Mirad hacia la bóveda celeste, dibujar aquello que deseáis, jugar con todos sus puntos, plasmar vuestros recuerdos en ella y en los momentos en los que el estado de ánimo te arroja hacia la oscuridad encender la llama que os ilumine el corazón y así eliminar vuestros malos pensamientos, observar aquello que trazasteis y fusionaros, el firmamento es vuestro, vuestros recuerdos son suyos, hoy las llaves y su portadora duermen en sus recuerdos, descansan en el paraíso.

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